Una explicación impecable

Ocurrió en la época de María Castaña, cuando todavía me consideraba joven y de buen ver, a juzgar por los requiebros que me lanzaban al pasar los componentes del sexo opuesto.

Aquella mañana me dirigía, tirando de mi recién estrenado carrito de la compra, al mercado de la pequeña capital de provincias en la que residía. Por aquel entonces no había llegado aún la invasión de «hipers» de la que hoy disfrutamos, y el único mercado con el que contábamos quedaba en el lado opuesto de la ciudad.

Cuando me disponía a cruzar una de las calles de mi largo recorrido, me topé con un pelotón de soldados de infantería que volvían de hacer prácticas de tiro. Esperando que pasase la tropa, me coloqué al borde de la acera.

Al llegar a mi altura, uno de los soldados, dando un codazo al compañero que llevaba al lado, lanzó con voz bastante audible: «Quen pudera follar con ela».

Cuando terminó de pasar el pelotón, crucé la calle considerando cuál podía ser la intención del soldado con aquella expresión que oía por primera vez; dejando pronto el episodio en el olvido.

Años más tarde de este encuentro con la tropa, me trasladé a la capital a trabajar en un colegio con niños de Primaria. Aquella tarde tocaba lectura. Comenzó a leer Regis, un alumno de 4º curso, alto y rubio -quizá el más alto de la clase- de comportamiento un tanto infantil, a pesar de su inteligencia fuera de lo común, y  una expresión de niño bueno en el rostro.

Aunque Regis leía con total corrección para su edad, a los pocos renglones de comenzar la lectura, se paró en seco. Al pedirle que continuase leyendo, me miró con un gesto entre tímido y guasón, espetándome: «Es que, señorita…, pone unas cosas…» «Qué cosas», pregunté. «Pues… follaje». (En el texto se leía: «Un tupido follaje impedía que los rayos de sol penetrasen en la espesura…»).

Haciendo un alto, le expliqué el significado de «follaje» dentro del contexto de la lectura. El niño respondió a mi explicación con un expresivo: «Sí, sí». «A qué viene ese «sí, sí», pregunté. ¿Conoces, acaso, otro significado? De ser así, explícamelo; porque yo no sé de otro». (Sentía curiosidad por lo qué el niño pudiese decirme). «¿Me promete que no va a enfadarse si se lo explico…?» «¿Por qué había de hacerlo…?» «Bueno, yo se lo aviso… Pues «follar» quiere decir eso que hacen los padres y las madres cuando se van a la cama».

En ese instante algo afloró a mi recuerdo… «Pues ya ves, hijo, me has aclarado algo que no sabía». ¡Auténtico!

 

P.D.

A pesar de lo simpático de la anécdota, no soporto la palabreja, tal vez por lo muy usada en la actualidad. Si se me apura, prefiero la expresión de toda la vida, aunque suene más basta.

 

4 comentarios en “Una explicación impecable

  1. En 4° de primaria, si no ha cambiado la cosa, tendría… ¡8 o 9 años! Tiene su gracia que te lo explicara él a ti.
    Lo que no me hace gracia es que aquel chico te lo gritara, no sé si lo haría por hacerse el guay delante de los demás, por incomodarte o por las dos cosas. Porque si quería decirte lo estupenda que estabas, hay otras maneras.
    ¡Echaba de menos tus anécdotas!
    Besazos

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  2. A mí sólo me miró. El comentario se lo hizo al compañero que estaba al lado; pero los tenía tan cerca que pude oírlo perfectamente. El caso es que no soporto esa expresión que hoy está a la orden del día.
    Tú, como siempre, la primera. Gracias.
    Un abrazo muy grande.

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  3. Si no te conociera, querida mari Carmen, me extrañaría lo mismo que a Luna de que un muchacho de ocho o nueve años te sacase de tu desconocimiento sobre la «flora o follaje natural», pero aplicando la lógica deductiva- pues percibo tu candorosa ingenuidad y buena educación – sé que en tu vocabulario la frase de esa persona, sin dotes intelectuales ni morales, – a pesar de ser soldado de infantería – te sonó a lo que Juvenal calificaba de «rara avis»; ese cisne negro que había que «desfollar» (sacarle las plumas) por ser negro.
    Gracias, querida Mari Carmen, por las anécdotas tan buenas con las que nos agasajas. Aún me estoy riendo al imaginarme tu cara de sorpresa y la de tu alumno explicándote lo de los padres y las madres yendo a la cama a recolectar la floresta.
    Besiños risueños cargados de cariño palmeirán.

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  4. La verdad, Magdalena, la historia no sucedió tal como la cuento. Lo cierto es que el soldado dijo, más o menos: “Xa quixera botar un polbo con ela”.
    Sabía que en Galicia al pulpo también se le llama “polbo”; pero desconocía la otra acepción de la palabra -ignorantona que era una- e interpreté la ocurrencia como “acompañarle a comer pulpo”. Por eso, al llegar a casa y contarle a la asistenta la salida del soldado, se carcajeó de mí, al tiempo que me dejaba claro que la intención del “quinto” era muy otra.
    Lo del alumno ocurrió como lo cuento: escuché por primera vez y conocí el significado de la otra palabra, cuando el niño me lo explicó.
    Anécdotas de este tipo, podría seguir contando la intemerata. Pero, muchas veces, el pudor te puede; y, si las mutilas, pierden la gracia.
    Me voy a ver el concurso que tanto nos gusta a las dos.
    Gracias y un beso.

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