Con los ojos cerrados traté de buscar en mi interior el vocablo más amplio en contenidos, cayendo en la cuenta de que podía echar mano de muchos: existencia, amor, ilusión, libertad, hogar… Como todos me parecían válidos —razonándolos— opté por dejar la cuestión “aparcada”.
Fue un domingo —13 de mayo— en un pueblo perdido en la geografía manchega, entre olivares y prados cuajados de bellísimas flores silvestres —explosión de colores—, donde decidí que la más amplia y más hermosa palabra se llamaba PAZ. Sigue leyendo