Estoy totalmente convencida de que los años potencian los despistes. El mío de ayer -o los míos, porque se dieron en cadena- así lo confirma.
Como es mi costumbre, al atardecer bajé a dar unas vueltas por el paseo marítimo. Estaba un poco triste, ya que por la mañana se habían marchado mis hijos y nieto y parecía haber quedado la casa vacía, a pesar de que el hueco que dejan unos, muy pronto vienen otros a ocuparlo. (Ventajas de familia numerosa… Aunque lo ideal sería reunirnos todos al mismo tiempo, cosa que sólo ocurre en Navidad). Sigue leyendo