Como cada mañana al acabar de desayunar, me asomé al ventanal que da al pequeño jardín a esparcir el almuerzo a los pájaros. Me llamó la atención que ninguno hiciese acto de presencia al verme aparecer. Ni siquiera al lanzar el primer puñado de la comida que voy reuniendo desde el día anterior, desmenuzándola al máximo ya que se trata de pájaros muy pequeños.
Esperé un buen rato sin resultado. Volví un poco más tarde y, al ver que el jardín seguía desierto, me olvidé del tema. Sigue leyendo