
Con motivo del nombramiento de una de mis nietas como directora de los hoteles Villa Real y Urban de Madrid, me llevé una agradable sorpresa al comprobar que en uno de esos hoteles asistí, durante mis muchos años de inquebrantable fidelidad al género operístico, a una serie de cenas y homenajes a diversos personajes relacionados con la lírica: Alfredo Kraus (mi tenor preferido), Antoni Ros Marbá, Antonio Morales, Jesús López Cobos…, de los que guardo entrañables recuerdos -muchos de ellos gráficos, desde que se impusieron el ordenador y el móvil-. Dada mi edad, con la aparición del Covid me fui desligando de aquellos eventos que pudiesen suponer riesgo para la salud, añorando más que a ninguno los relacionados con la música.
Por una de esas casualidades que nos hacen pensar que el mundo es un pañuelo -y de mínimas dimensiones desde la aparición de Google- acabo de leer en la prensa digital una reseña sobre la estancia de Pilar Jurado en el Hotel Urban. Ello me llevó a rememorar algunos encuentros con esta polifacética mujer (óperas, conferencias…), encuentros que seguramente no se repitieron a causa del Covid. Rebuscando entre los comentarios que, a veces, escribo sobre algún acontecimiento al que asisto, me he encontrado con el que adjunto:
«La música es tan necesaria para mí que no me imagino vivir sin ella. Tengo un estilo para cada momento: suave y romántica, cuando me voy a dormir (Platers, Nat king Cole, Helmut Zacharias y sus violines mágicos, Javier Solís…). Cuando trajino por la casa me gustan los ritmos moviditos (rumbas, rancheras, salsa…). Y los clásicos, cuando dispongo de tiempo para escucharlos relajadamente. Son tantos los que me gustan que no sabría con cuáles quedarme: el “Adagio” de Albinoni, el “Concierto para clarinete y orquesta” de Mozart, la Sinfonía N 6 “Patética” de Tchaikovsky y las Czardas de Monti, por citar algunos, me emocionan.
Todavía me queda otro tipo de música: la que con una vez que la oiga es suficiente. Casi siempre se trata de música vanguardista que escucho sólo con oído crítico y pocas veces me hace sentir emoción».
Precisamente, hará poco más de una hora, he llegado de ver en el Teatro Real “La página en blanco”, de Pilar Jurado: compositora, libretista e intérprete de esta ópera. A pesar de tratarse de una ópera vanguardista –con mezcla de romanticismo– me gustó mucho. Se refiere a un compositor que se enfrenta a la página en blanco y a la tecnología: realidad virtual, velocidad, exceso de información… (Con tanto acopio de información, acabamos desinformados). Es una ópera de ciencia-ficción, pero con una profunda filosofía: ¿a dónde vamos?, ¿vale la pena toda esta tecnología?, ¿vale todo?…
Me ha gustado la escenografía basada en la pintura de “El Bosco”. Y también la música con tantos matices. No parece obra de una mujer –y menos de una mujer tan joven– por la enorme fuerza que rezuma. De todos modos, es el tipo de ópera al que no asistiría más de una vez”.



A pesar de haberme hecho la casi firme promesa de no asistir a reuniones con afluencia de gente -por las razones expuestas- creo que va siendo hora de comenzar a revivir parte de las actividades que tenía aparcadas, entre ellas asistir a alguna celebración en el Hotel Villa Real, del que guardo preciosos recuerdos y, por supuesto, conocer el Hotel Urban del que solo escucho elogios, en particular, sobre la excelente colección de arte hindú, chino y africano que adorna cada rincón del establecimiento.
Las fotos que acompañan a este post (que a su vez son fotografías de otras) no tienen, por la falta de medios, gran valor fotográfico, pero sí gran valor emocional, al menos para esta servidora de ustedes.