
Esperando turno para cortarme el pelo, eché mano de una revista que hablaba del envejecimiento sugiriendo algunas pautas a seguir con objeto de retardar esa etapa de la vida, consejos que no acabaron de convencerme. Al instante recordé a una vecina de mi madre -andaluza con el gracejo propio de esa región- que al referirse a ese período vital, siempre decía: “Lo que importa es ‘envejeser con elegansia‘».
Servidora, que entró hace años en la fase que se suele considerar vejez -no sé si con elegancia o con desgarbo-, nota una paz interior que nunca había sentido. La naturaleza es sabia y el cuerpo y la mente se van adaptando a las nuevas circunstancias, sin renunciar a aquello que puedes hacer hasta donde los pequeños achaques (o no tan pequeños, considerando el talante de cada cual) te dejan e incluso yendo un poco más allá.
Nunca es tarde para comenzar a practicar un estado de vida saludable. Para ello no son necesarios grandes conocimientos médicos, sino adoptar unos sencillos hábitos: una alimentación sana, actividad física adecuada, uso moderado o nulo de medicamentos que no sean imprescindibles, son algunas pautas que pueden ayudar a prolongar años con calidad de vida. Hoy, por suerte, los centros de ocio para mayores se extienden por toda la geografía española y las charlas y coloquios sobre estos y otros temas están a la orden del día, casi siempre gracias a personas jubiladas voluntarias que aportan sus conocimientos de forma desinteresada.
Con los años es bueno renovar las ilusiones, ampliar las amistades, hacer planes a corto plazo que nos mantengan activos y nos hagan salir de la rutina. Hay demasiados tópicos, mitos y estereotipos sobre la vejez. Envejecer es madurar y crecer, aunque a veces nos fallen un poco las fuerzas. Por ello es importante marcarnos metas que podamos alcanzar. La vida tiene sentido cuando puedes dar sentido a tu vida y para mí eso significa sentirte feliz contigo mismo y poder compartir esa felicidad con los demás: me admiran las personas con limitaciones a las que todavía les quedan algo positivo que aportar. Cada uno es único e irrepetible y siempre tiene en su haber vivencias que pueden servir de ayuda a otros. (Y no me refiero a casos de superación tan evidentes como los de Esther Villa, Albert Espinosa…, por citar a personajes actuales).
Me estoy pasado del espacio que me había marcado, ahora que empezaba a recordar situaciones que podían encajar muy bien aquí: “tertulia generacional”, podría ser una. Por no hacerme pesada lo dejo para la siguiente entrada.
Quiero acabar expresando que no es necesario ni obligatorio estar siempre en compañía: la socialización debemos combinarla con momentos de soledad que podamos dedicar a convivir con nosotros mismos, con nuestro mundo interior.