Mi amigo, el móvil

Esta mañana subí a un autobús de la línea que más frecuento. Por suerte no iba lleno y pude sentarme en mi sitio favorito: como os imaginaréis los que os dignáis echar un vistazo a este blog, justo detrás de la cabina del conductor. En el asiento contiguo al mío se sentó una mujer de unos cuarenta años -rumana, supongo, por el acento- con muy buen porte. Al tiempo que me disponía a continuar leyendo “Andamios”, de Mario Benedetti, la señora rumana (o de donde fuese) comenzó una sonora conversación a través del móvil. Lo de conversación es un decir, porque lo suyo era un monólogo en toda regla. Si al otro lado de la línea (no sé si se dice así, tratándose de un móvil) había alguien, ante la verborrea de la que iba en el autobús no le quedaba un resquicio siquiera para intercalar un monosílabo.

Como la charla (perdón, el monólogo) parecía ir para largo, me cambié a otro asiento ocupando la plaza de la ventanilla, no porque me gustase el sitio sino por ponérselo más fácil a la persona que llegase trás de mí. (No sé si os habréis dado cuenta que la mayoría de los pasajeros -al menos en Madrid- tienden a colocar sus posaderas en el asiento del pasillo, aunque encuentren vacío el de la ventanilla, sin molestarse en mover las rodillas hacia un lado -si no lo solicitas con un enérgico “por favor”- para facilitarte el paso).

El caso es que en la parada siguiente subió una señora con el móvil pegado al oído. Si la otra -la rumana o lo que fuese- tenía un buen potencial de voz, la que se sentó a mi lado no le iba a la zaga y para colmo con un timbre chillón. Pero ésta, al menos, permitía a su interlocutora (se trataba de otra mujer) que le formulase alguna pregunta. Lo peor de la conversación es que no era la más adecuada para personas hipocondríacas como yo. (No acabo de comprender por qué la gente disfruta tanto hablando a voz en grito de dolencias propias y ajenas: en el autobús es tema recurrente).

La cosa no acaba aquí: nada más apearme del bus y tomar la primera bocacalle, me he pegado tal encontronazo con un tío haciendo footing que a punto estuve de desgraciarme el tabique nasal. Como es de suponer, era portador de un manos libres.

¿Os dais cuenta de que mi odio exacerbado hacia el inventito de marras tiene su fundamento? Lo triste del caso es que, odiándolo como lo odio, no puedo prescindir de sus servicios.

En lugares públicos, lo justito.

11 comentarios en “Mi amigo, el móvil

  1. No sé quién dijo que la tecnología te acerca a quienes tienes lejos y te alejas de quienes tienes cerca. Recuerdo lo raro que era al principio ver a alguien hablando por el móvil en la calle. Ahora es como dices, el que no habla con el móvil en la oreja lo mira o va tecleando. Y lo del manos libres también tiene lo suyo, cuántas veces le he dicho: ¿eh? a un desconocido, ja, ja.
    En fin, se puede ser más discreto cuando se habla por la calle, yo creo que la gente que grita tanto por teléfono habla más bajo cuando mantiene una conversación cara a cara.
    Me ha gustado tu reflexión y me ha encantado la foto. Un besote y buen fin de semana 🙂

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    • Cuando comenzó el uso del móvil más de una vez me tengo cambiado de acera, creyendo que el que venía de frente hablando solo -eso creía yo- estaba como un cencerro. Mis hijos me están dando una lección de wassap: frases cortas, a poder ser, monosílabos, y lo imprescindible.
      Muchas gracias por darme ánimo con tus comentarios. Un abrazo grandote.

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  2. ¡Vaya! hoy creo que soy la primera en responderte. Sí, tú y yo, ya hemos hablado muchas veces del tema. Yo incluso le saco el sonido cuando salgo, si alguien llama ya me avisa la vibración, me parece lo más correcto. Si estoy en casa descansa en el zapatito que tiene como soporte encima de la coqueta de la habitación y miro por la noche las entradas existentes. Si le haces caso te roba el tiempo destinado a cosas más productivas. El móvil te acerca a las personas que tienes lejos, pero te aparta de las que tienes a tu lado, por eso… Lo necesario y basta.
    Besiños palmeiráns, reina.

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    • Bueno… Cuando se tienen tantos amigos y admiradores como tú, es difícil cumplir lo que se predica.
      A mí me apena ver grupos de adolescentes en el parque, todos enfrascados con el móvil sin «portar» por el amigo que tienen al lado.
      Como verás, aquí el que no corre, vuela.
      Bicos e mais apertas.

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  3. Coincido con las dos primeras «opinantes»: ¡qué sobresaturación de móvil! Y también comparto lo del tono de voz. ¿Nos estaremos quedando sordos a fuerza de artilugios? Creo que ya he contado aquí la escena de un concierto al que asistí en un precioso paraje segoviano. Una señora narró a voz en grito (en realidad, me preguntaba si más que un teléfono pensaría que era una megáfono lo que tenía entre manos) la operación a la que habían sometido a algún conocido. No nos ahorró el más mínimo detalle, siquiera el de la visión de las nalgas del paciente a través de la abertura trasera del camisón hospitalario. Lo peor de todo es que, por una especie de vergüenza difícil de comprender, ninguno de los muchos asistentes al concierto nos atrevimos a pedirle que se callase, que se fuese, o al menos que bajase la voz. Un beso gordo, palmeirana.

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  4. Me estoy «escachuflando» (lo pongo entre comillas porque no sé si existe ese vocablo, Yo lo uso para expresar que me estoy partiendo de risa) con «la visión de las nalgas del paciente». Recuerdo haberlo leído en otro comentario tuyo, creo, y no por repetido me ha causado menos gracia. Casos como ese los sufro cada día en el autobús, pero durante un concierto es muy fuerte. Hay gente para todo.
    Un montón de besos. (¿O prefieres que te los envíe en gallego?).

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  5. Si vivieses en Madrid seguro que te pasarías a engrosar el bando de los más feroces odiadores del aparatito. Sin embargo -mea culpa- lo utilizo cuando estoy en casa y creo que nadie me observa. Para ver y tomar fotos y vídeos de mis nietos. Poco más. Por tal razón, mis hijos me consideran una adicta y no me creen cuando les aseguro que jamás lo utilizo en la calle o en el transporte público, a no ser que se trate de una emergencia.
    Es la pura verdad.
    Salud y un abrazo.

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  6. Yo amo mi móvil, con él escribo (esto)y leo(lo vuestro), hago fotos a las hojas caídas y a los andares de Pablo, me comunico con mis amigos que están lejos, grabo el sonido de los pájaros y de las olas…Y os envío muñequitos (😙😙😙) dando besos

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