Día de Reyes…, a la espera de que vayan llegando hijos, nietos y bisnietos a recoger los regalos que han dejado Sus Majestades de Oriente. Es tradición –desde hace más de treinta años- que los Magos depositen sus presentes en el salón de mi casa. Al principio, cuando vivía mi madre –la Bisa: apelativo cariñoso que más tarde me cedería, pasando ella a ser la Tata- todos los primos se quedaban a dormir en esta casa tendiendo colchones por el suelo. No era cuestión de necesidad, pero procuraban estar juntos el mayor tiempo posible, puesto que, al vivir en ciudades distintas, se veían de tarde en tarde.
Con el tiempo las familias se van desperdigando (traslados, nuevas familias con las que hay que repartirse, nostálgicas ausencias que no han de volver…) y ya no es lo mismo.
Aun así, el disfrute de estas Fiestas ha resultado fantástico: se cantaron villancicos y otras canciones en Nochebuena, con acompañamiento orquestal improvisado –clarinete, armónica, piano, guitarra y batería-, se jugó a las prendas… Después de tomar las doce uvas, grandes y chicos, recibimos el Nuevo Año bailando a buen ritmo, terminando la jornada -ya rendidos- charlando y jugando al Trivial.
Por suerte (de algo útil habría de servir el móvil), pudimos intercambiar imágenes de los momentos más significativos con los familiares que, por alguna razón, no podían estar presentes.
Termino por la noche esta pequeña reseña.
Fue bonito ver la algarabía que se organizó a la vista de los regalos que dejaron los Reyes, sobre todo por los más pequeños. Ellos saben muy bien que hay muchos niños a los que sus padres no pueden comprar siquiera lo imprescindible: por tal razón se muestran comedidos a la hora de escribir sus cartas, con el convencimiento de que Sus Majestades llevarán a esos niños los regalos a los que ellos renunciaron.
“Compartir” es algo que todos deberíamos llevar grabado en el alma y no sólo en estas fechas. Si nos condujésemos guiados por esa máxima –comenzando por inculcárselo a nuestros hijos- seguramente lograríamos que el mundo funcionase de manera más equitativa. Lograríamos un mundo mejor.
Vamos, que se te monta buena en navidades. De eso que piensas “qué bien, cuántos han venido, que alegría”, pero respiras cuando se van, ¿no?
Estoy de acuerdo en que aprender y enseñar a compartir es fundamental. Lo que no entiendo es por qué se considera algo típico de navidades. De hecho, lo que me parece es que en esta fechas se hace más patente la brecha entre los que tienen más y menos.
Un abrazo.
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Navidad y Luna
No sé si son los años los que te hacen observar la vida desde otro prisma, pero el caso es que cada vez gasto menos en cosas superfluas e intento hacer un poco más felices a los demás hasta donde mis medios alcanzan. En realidad esa fue siempre mi filosofía de vida, ahora un poco más acentuada. Lo malo es que, cuando te muestras altruista, no sabes si lo estás haciendo bien: en cierta ocasión apadriné un niño. Llevaba unos diez años apadrinándolo con gran sacrificio. En un viaje a Galicia hicimos un alto para desayunar y, mientras desayunaba, eché una mirada al periódico que estaba sobre el mostrador. En primera plana leí algo así como “ONG estafadora”. Era la mía.
A partir de aquel episodio -y algún otro- traté de hacer el bien “mirando a quién”. En una ocasión me dio por hacer rosquillas y buñuelos que mis alumnos vendían en el patio a sus compañeros. Cundió el ejemplo y también las madres quisieron participar con bizcochos y otros dulces. Juntamos 18.000 pesetas, que en aquel tiempo era bastante dinero. Hice algunas indagaciones tratando de encontrarle un buen destino, a pesar de que una compañera me soltó en plan jocoso: “Carmen, tú lo que buscas son pobres de solemnidad y con tarjeta”. Faltaría más.
Muchas gracias, Luna, por tu comentario. Es muy de agradecer, estando convaleciente y no de una simple gripe. Tu actividad hace suponer que sigues mejorando a buen ritmo. Ahora veré si nos has dejado alguna bonita historia, Eres capaz, pero no debieras tan pronto. Un beso.
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Lo del “desperdigamiento” familiar es inevitable, como también lo es que crezcan los hijos que han hecho de la noche de Reyes algo tan especial (¿qué padres no han estado esperando a que los enanos de la casa se durmiesen para colocar los regalos?). Por suerte, pronto le siguen los nietos y las cosas se repiten… Me gusta tu filosofía de vida, querida palmeirana, y no creo que sea mala cosa interesarte por el destino de tus esfuerzos, aunque solo sea por tener la seguridad (o al menos alguna) de que lo reciben quienes lo necesitan. Eso me lleva a recordar una anécdota del pasado que, al menos a mí, me hacía mucha gracia: la de las señoras en torno a una mesita camilla, en el club social, confeccionado con ganchillo unas vendas gordísimas para las “leproserías de la India”. No quito mérito a su esfuerzo, ¿pero no resultarían más prácticas unas vendas asépticas, ligeras y empaquetadas? Un beso gordo.
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Nunca fui amiga de ese tipo de tertulias benéficas. Será que me gusta ir a mi aire…Esto no implica que -cuando creo que lo que se hace vale la pena- deje de participar en tareas altruistas de grupo.
Hubo un tiempo en el que visitaba con cierta asiduidad una residencia de ancianas. Era bonito compartir con ellas. Por imperativos familiares tuve que dejarlo. Sin embargo, la palabra “compromiso” me aterra: cuando comienzas algo que resulta útil a los demás y luego lo dejas o vas disminuyendo el ritmo de participación, te sientes mal contigo misma.
Menos mal que las familias se renuevan -como muy bien dices- y el lugar de los hijos lo van ocupando los nietos y hasta los bisnietos. Resultaría difícil concebir una fiesta de Reyes sin niños.
Un abrazo enorme que abarque a tus pequeñajos y a los que no lo son tanto.
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Querida Mari Carmen; da gusto leerte porque en tus comentarios reflejas tu manera de ser. No me extraña que todos te quieran tanto. Sófoques decía que “El que es bueno en familia, es también buen ciudadano” y yo lo corroboro porque doy fe de tus virtudes y tus buenos sentimientos.
Besiños palmeiráns, reiniña.
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No había leído tu comentario y observo que viene a completar los que escribiste en Café Barbantia. ¿No te das cuenta de qué tus piropos hacen que me ponga colorada? Eres un caso sin remedio. Pero qué haría yo sin tus ánimos… Unha chea de bicos.
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No había leído tu comentario y observo que viene a completar los que escribiste en Café Barbantia. ¿No te das cuenta de qué tus piropos hacen que me ponga colorada? Eres un caso sin remedio. Pero qué haría yo sin tus ánimos… Unha chea de bicos.
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Media hora intentando subir el parrafito, me doy por vencida y ahora resulta que aparece por partida doble… Cousas do demo.
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Xa sabes que o demo tenta a boa xente. Outra chea de bicos.
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á boa xente. Bicos, bicos, bicos…
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Querida Palmeiriña buena gente, me emociona leyendo cómo te reúnes con tu familia y la conciencia que le pones a la vida. Un abrazo 😊😚
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Muchas gracias, nome, por tu bonito comentario. Lo de “Palmeiriña” me ha llegado al alma.
Un abrazo.
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Entrañable. Me has hecho revivir muchas buenas navidades y el gusto por la ilusión de Reyes.
Salud.
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Me alegra que mi pequeño relato navideño te haya hecho revivir bonitos recuerdos. Si algo he de agradecer al móvil es el de poder captar en imagen esos momentos entrañables.
Agradezco tu comentario y te envío un abrazo.
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