El foulard

Al observar el desarrollo de las elecciones catalanas y a los tertulianos que las están comentando, no me queda otra opción que hacer alusión a la bufanda o fular (del francés, “foulard”), sobre todo en los hombres, que siempre eran los más reacios en seguir los dictados de la moda y hoy son los primeros en adoptarlos.

Es cierto que la bufanda –o fular– siempre estuvo en boga. Y no digamos para aquellos que no disponían de posibles con qué adquirir un gabán que les quitase el frío o se veían obligados a venderlo para llevarse algo comestible a la boca o comprar medicinas (como les ocurría a los protagonistas de “La boheme”, opera a la qué asistí ayer; aun que, en esta ocasión, creo que sólo uno de ellos llevaba bufanda: para muestra un botón…).

El caso es que la bufanda –o fular– está alcanzando un éxito nunca igualado ni soñado por las tiendas de complementos. Da lo mismo que haga frío o calor. Me pregunto si gran parte de las faringitis no estarán producidas por el abuso –o mal uso– de esta prenda.

Lo curioso es la forma de portarla unos y otros: pocas bufandas veréis a las que cuelguen las dos puntas a lo largo del abrigo, cazadora, chaqueta o camisa de quien la porta. Tampoco con una punta hacia delante y la otra hacia atrás rodeando el pescuezo y, si era necesario, tapando la boca… No. Hoy –como bien sabéis– la bufanda se lleva doblada y bien pegada al cuello, lo mismo que una especie de collarín mullido y calentito. Y me parece muy bien: es un detalle práctico que impide su pérdida mientras la tienes puesta, cosa que a mí me ocurre con frecuencia por no seguir los dictados de la moda de la que nunca me consideré fiel seguidora, ni siquiera medianamente seguidora. Pero este es un tema que dejo pendiente para otra ocasión.

Volviendo a la tertulia de la tele: salvo una tertuliana con bufanda al viejo estilo (puntas hacia delante y hacia atrás sin tapado de boca, puesto que ello le impediría tomar parte en el debate) sobre ropa casi veraniega, y un tertuliano sin bufanda e indumentaria tirando a primaveral –lo que hace suponer que en el recinto se goza de buena temperatura– los demás asistentes a la tertulia llevan sus bufanda como mandan los cánones: doblez, ojal y tirón de puntas para adaptarla bien al cuello, sin que llegue a asfixiar, pero casi. Lo dicho: un auténtico collarín.

El episodio de la bufanda, me lleva a recordar un artículo de Francisco Umbral en el que lo asaltaba la duda “pequeña pero decisiva” de bufanda, sí o bufanda, no. Parece ser que su bufanda sólo la llevaba para taparse la boca… Si hace más de cuarenta años el escritor ya opinaba irónicamente que “el hombre es su bufanda”, no sé qué se le ocurriría pensar hoy.

Y, para terminar, una frase que muy bien pudo haber dicho Simone de Beauvoir: “La bufanda se ha hecho para el hombre y no el hombre para la bufanda”.

13 comentarios en “El foulard

  1. Qué reflexión tan interesante (y divertida). Por mi parte odio los fulares y bufandas en todas sus versiones (imagino que por lo de ser claustrofóbica), pero no hay duda de que es una prenda que dice mucho de quien lo lleva. Y como peroraba Confucio: ‘Debes tener siempre fría la cabeza, caliente el pescuezo y larga la mano’… ¿o era el corazón lo que había que tener caliente?

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  2. Era el corazón… Broma por broma, queda mejor lo del pescuezo.
    Me encantan los «foulards», pero soy un desastre: como no sigo el compás de la moda, los pierdo a cada paso. Sobre todo los de textura resbaladiza. Los otros, los que no resbalan, los dejo olvidados en cualquier lado. Tengo repuesto, pero siempre me abandonan los mejores.
    Muchas gracias por la rapidez que te has dado en contestar y un cálido abrazo navideño.

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  3. Muy buena y original reflexión. Yo siempre llevo algo al cuello, no sé si se le dice fular, yo los llamo pañuelos. Dice de mí que tengo las amígdalas amorfas y a la mínima se me inflaman, y que tuve un pediatra adelantado a su época que no quiso que me las quitaran.
    Un besazo y felices fiestas 🙂

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  4. “Érase una mujer a una pañoleta pegada”, se podría decir de mí. Desde muy joven la llevaba anudada a un lado del cuello, no por seguir los dictámenes de la moda: me favorecía y punto. Ahora que el fular ha desbancado al pañuelo, los pierdo todos. Es que me niego a llevarlo lo mismo que un collarín, haga frío o calor.
    En lo de extirpar o dejar las amígdalas, siempre hubo teorías. Mis hijos, algunos las conservan y a otros se las quitaron. No puedo opinar porque -operados o no- ninguno sufre faringitis.
    Deseo que tengas unas bonitas y alegres Fiestas Navideñas. Un abrazo.

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  5. Querida Mari Carmen; en estos momentos estoy escribiendo con un fular de lana por encima de los hombros y no sabes lo a gusto que estoy con dicha prenda. Yo también soy de pescuezo cubierto, y como decía Quevedo: «Ande yo caliente y ríase la gente». El fular para mí, cumple dos funciones: la primera es la de abrigar, que es la primordial, y la segunda es la de no dejar al descubierto las cuerdas ( y no precisamente bocales ) que se empeñan en aparecer a ciertas edades en la zona gargantíl. – Espero que no remitas esto a la R.A.E.- Igualico que el escote; tiempos ha, que me lucía esplendorosamente y ahora tengo que meterle un colgante más grande que el puente de Bilbao para que los surcos, estrías, poros dilatados, surcos, frunces y repliegues se escondan bajo la arracada.
    Y después de todas estas bobadas, querida Mari, decirte que eres genial; cualquier cosa te vale para convertirla en algo grande y divertido.
    Besiños palmeiráns y FELICES FIESTAS.

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  6. Querida Palmeiriña, qué ilusión me ha hecho venir aquí (tarde, como siempre) a leer y encontrarme este tema de la bufanda y que hayamos coincidido en él…claro que la coincidencia a lo mejor se ha dado por el frío que nos iguala, pero no, yo creo que hay un hilo invisible (lo he dicho ya más veces-merepitocomolassardinasdelata-) que nos une a todos. Por cierto, tú versión me ha encantado y divertido. Besos, abrazos y achuchones navideños😊😙

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  7. Os leo -por chiripa -desde Miraflores. En este momento salimos montaña arriba a respirar un poco de aire puro y, además tengo que dejar el ordenador a mi nieta para seguir con sus estudios. Feliz Navidad y un abrazo para todos.

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