La Calisto

Hace días asistí a la ópera “La Calisto” en el Teatro Real, del compositor veneciano de la etapa barroca, Francesco Cavalli, libreto de Giovanni Faustini, basado en el “Libro ll de “Las Metamorfosis” de Ovidio.

Al ver que, en el último minuto antes de comenzar la función, el aforo no llegaba a la mitad, pensé que poco podía esperar de la obra… Pero me equivoqué: por lo pronto el escenario (salvo durante un corto prólogo) gozó de una luminosidad un tanto psicodélica a la que estamos poco habituados los asistentes al Real; y los personajes que aparecían en escena, no iban totalmente uniformados -como en óperas anteriores- sino que vestían los más variopintos ropajes. Aunque diferentes en la  temática, la obra me hizo recordar “El sueño de una tarde de verano” (o “El sueño de una noche de San Juan”, que parece ser lo correcto), de Shakespeare.  Tal vez se debiese a los enredos amorosos entre seres humanos y  quiméricos y las pasiones ambiguas generadas por las artimañas de unos y otros.

Son tantos los personajes que aparecen en escena, unido a las transformaciones que sufren a lo largo de la obra, creando una serie de malentendidos, que no te queda otra opción que echar un ojo de cuando en cuando a los subtítulos para no perder el hilo. Por la misma razón, resultaría exhaustivo escribir la sinopsis de esta ópera. Trataré de esquematizarla de alguna manera:

Júpiter (Goves, Jove, Zeus), dios supremo, se enamora de la ninfa Calisto. Pero Calisto no cae en sus redes porque juró castidad en honor a la diosa Diana de la que es vestal. Para conquistar a la ninfa -asesorado por Mercurio- Júpiter toma la forma  de Diana, llegando a seducir a Calisto con el engaño, lo que da lugar a una serie de enredos y circunstancias de apariencia lésbicas.

La esposa de Júpiter, Juno (Giumone, Hera), se venga de Calisto convirtiéndola en osa.

Al final Júpiter rescata a Calisto y con el tiempo la transforma en la constelación de la Osa Mayor y al hijo nacido de ambos, en la Osa Menor.

Además de los amores entre Júpiter y Calisto, aparecen en escena una serie de personajes y situaciones: el amor platónico entre Diana (hija de Júpiter y diosa de la luna) y Endimione (bello pastor y astrólogo); Pan, dios de los bosques, que también se enamora de Diana y rapta a Endimione que es liberado por la diosa. Amén de otras ninfas y sátiros enredados en juegos amorosos, y de un plantel de criaturas zoomórficas que completan la nota de humor.

Aunque el libreto de la ópera está basado en “Las Metamorfosis” de Ovidio, Faustini realiza una serie de transformaciones que potencian la hilaridad. Con todo, se trata de un libreto repleto de metáforas, escrito con un lenguaje poético que da lugar a  una ópera culta -a pesar de las apariencias- en la que se nota la influencia del carnaval veneciano con sus disfraces transgresores -con algunos guiños a la vestimenta moderna-, sí; pero en el que se deja entrever, con un acertado manejo de los mitos, una sutil crítica social y, hasta diría, un ligero guiño al feminismo.

En cuanto a la música de Cavalli, no me atrevo a enjuiciarla. Cuando una ópera se reduce a una serie de recitativos, arias y continuo (aunque en este caso un continuo magistral), faltando los coros, tienen  que estar muy lograda la acción para que no resulte aburrida. Y en La Calisto hubo derroche de acción, y el canto no llegó a defraudar.

Creo que la actuación de la orquesta barroca, con una serie de instrumentos propios de la época, conducida por Ivor Bolton, resultó casi impecable. Quizá un poco exagerada la percusión… De los cantantes, destacaría al contratenor  Dominique Visse, por aquello de que se tienen pocas ocasiones de oír a este tipo de cantantes herederos de los antiguos castrati; y en esta ópera, Visse, desempeñó nada menos que tres roles con una actuación escénica magistral, por añadidura. Cumplió bien en su cometido como Diana, Mónica Barcelli, tanto en lo que se refiere a canto como a la faceta interpretativa, con variedad de matices, en la que no faltó la vena humorística. Aunque desempeñó bastante bien la parte cantada, no me convenció del todo Louise Alder, como Calisto, en el aspecto histriónico: se le notaba timidez, falta de decisión… Pero es lógico ante el difícil papel ambiguo que le correspondió desempeñar…

Me alegra  comprobar que no es necesario sacar de contexto una ópera para que resulte más atractiva o transmita un mensaje. Pienso que se pueden realizar innovaciones, pero sin desvirtuar el original. Es posible que La Calisto resulte un espectáculo absurdo y hasta un poco hortera; pero después de asistir de continuo a óperas tétricas, en las que la oscuridad reinante en el escenario no oculta el enorme componente erótico, las más de las veces, sin venir a cuento…; se agradece un cambio de vez en cuando.

Por todo ello, me gustó esta ópera.  Aunque mi opinión es que quedaría más redonda si se redujese en parte el tercer acto, por resultar largo y repetitivo.

A juzgar por las dos óperas que vi últimamente dirigidas por Ivor Bolton (Idomeneo y Calisto), creo que bien se merece un ¡HURRA!

11 comentarios en “La Calisto

  1. Da gusto leerte, Mari Carmen. Se ve que disfrutas con la ópera, que vives, apasionadamente esa cultura. De veras que te envidio.
    Ojalá que la goces durante muchos años y que quien te lea pueda beneficiarme de tus espléndidos comentarios.
    gracias y besiños palmeiráns.

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  2. Mi mayor problema consiste en que no sé ilustrar lo que escribo y he de recurrir a que lo hagan otros por mí. Muchas veces, cuando se trata de algo puntual, acaba en la papelera por no poder contar con alguien que lo ilumine. Sin ese complemento mis trabajos quedarían muy pobres, por más que te empeñes en ensalzarlos: “Malpocado”, que diría mi abuela… En una cosa sí tienes razón: no sabría vivir sin la música. Más aún, sin la sinfónica y la melódica.
    Espero que estés disfrutando en la presentación del libro.
    Un abrazo grandote.

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  3. Los subtítulos están encima del escenario, pero si te dedicas a leerlos pierdes parte de la obra. Aunque esta ópera está llena de situaciones atrevidas, también se presta a vislumbrar una serie de metáforas que hacen referencia a los abusos del poder, el sentido de la existencia, la inmortalidad del alma… Por una vez, cansada de tantas puestas en escena en blanco y negro (más negro que blanco), mi objetivo fue reírme de las extravagancias sin pararme demasiado en captar los mensajes. Para una vez que puedes reírte…
    Estoy pendiente del cambio de ordenador, porque este me deja en la estacada a cada rato y en el portátil dejó de funcionar el disco duro.
    Un abrazo muy, muy grande.

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  4. No digas que no sabes ilustrar lo que escribes. Cuando leo mis respuestas y me fijo dónde he metido comas y noto acentos perdidos por algún lugar del éter, me doy cabezazos contra el ordenador. Ya me gustaría a mí tu cultura. Pero ya sabes: por donde no se cabe, no se puede pasar.
    Besiños palmeiráns.

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  5. No presumas… Ya quisiera tener tu capacidad para asimilar lo poco que leo últimamente. Y no hablemos del manejo del ordenador… Me gustaría saber colocar las ilustraciones yo solita…Creo que es tarea difícil y, para colmo, las reglas no permiten echar mano de una foto que esté protegida por derechos de autor. Un rollo.
    Cuando veo en la tele las playas gallegas con ese sol espléndido, me entran ganas de salir disparada hacia ahí. Pero en mi caso pesa mucho lo que dice el poema de Rafeel de León: «Yo tengo entre dos amores mi corazón repartido».
    Biquiños.

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  6. Magnífico comentario. Un buen estímulo para quienes no vemos ópera, o lo hacemos en contadas ocasiones.
    Sobre lo que comentas acerca de incorporar fotografías a tus reportajes yo puedo decirte que lo hago sin escrúpulos; solamente no utilizo fotos que llevan marcas sobreimpresas (porque no me gustan) y si alguna persona me escribiera para que las retirara, lo haría de manera inmediata. Cuando puedo, aunque sea de manera oculta, señalo su procedencia y al autor.
    Salud.

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  7. La cuestión es que no estoy capacitada para hacer comentarios de nada y apuro me da que los lea un crítico de tu categoría. El caso es que hasta me olvidé de mencionar a David Alden, el director de escena. Para una vez que luce el escenario en todo su esplendor… Si La Calisto es una censura satírica del ambiente hedonista que imperaba en la Venecia de 1651, en la que los carnavales se prestaban a todo tipo de desenfreno, no cabía otra cosa. Aunque todo es mejorable… Aparentemente frívola, de esta ópera se pueden extraer una serie de lecturas -incluso morales- en las que la mujer juega un papel importante.
    Muchas gracias por asomarte.
    Un abrazo y salud.

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  8. Agradezco tu informe sobre el uso de fotografías ajenas. Algo me explicó mi hija; pero no soy yo la que las sube sino ella. Y como siempre anda atareada, tengo que esperar la ocasión. Le pedí que me explicase cómo se suben y me dijo que resultaba bastante lioso. …

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  9. ¡Hurra Ivor Bolton!
    Abuela, leerte es un lujo. Me da mucha pena habérmela perdido. Pena y rabia porque con el 90% de descuento que tenemos los menores de 30 no hay excusa para no ir, la verdad… La próxima me apunto contigo.

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  10. Me ha hecho mucha ilusión tu entrada. Hoy he tenido un día muy movido, pero estupendo: la clase de literatura, con reunión preliminar; la comida de final de autor (Wenceslao Fernández Flórez), que le ha tocado organizar a mi grupo con algo de retraso, por imprevistos, y que resultó fantástica… Y muchas más cosas.
    A ver si logramos ponernos de acuerdo para ver otra ópera juntas. Sería estupendo contrastar opiniones a la salida: mi criterio, de “carca” con cierta experiencia, frente al tuyo, juvenil y con más conocimientos musicales… Te tomo la palabra. Aunque en la próxima, Falstatt, no creo que lo tengas fácil.
    Un montón de besos.

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