Una buena ópera: Street Scene

En un período de quince días asistí en el Teatro Real a dos óperas ambientadas en Estados Unidos: la primera «Dead Man Walking» (comentada en este blog) y la otra, «Street Scene», de Kurt Weill.

En realidad no sabía a ciencia cierta si aquello que estaba presenciando y escuchando (me refiero a “Street Scene”) se trataba de una obra teatral, una revista musical o una ópera. Fuere lo qué fuese, me encantó. Cada uno es dueño de catalogarla desde su personal punto de vista: para mí resultó una obra grandiosa con los ingredientes propios de una gran ópera actualizada, renovada.

«Street Scene» está basada en la obra de teatro del autor del libreto -Elmer Rice-, dramaturgo que logró el Premio Pulitzer en 1929. A pesar de toda la mezcla de estilos que presenta (jazz, blues, swing, dúos, arias, bailes, canciones…), Kurt Weill estrenó esta obra -mezcla de realismo y lirismo- como una ópera, en el año 1946 en Filadelfia, cuando acababa de llegar a Estados Unidos huyendo de la persecución nazi. En el momento del estreno, «Sreet Scene» produjo un enorme desconcierto por su gran complejidad: para Broadway era algo que no encajaba en su sistema de producción y para un teatro de ópera resultaba un género completamente atípico. (Realmente esta obra parece tener un pie en el musical y otro en la ópera). Con todo, el autor tenía muy claro que esta era su mejor obra y así lo afirmó: «Dentro de setenta y cinco años se considerará que ésta es mi mejor obra». No se equivocaba: «Street Scene» fue el primer trabajo galardonado con el premio Tony al mejor musical. Aun considerándola una obra maestra, en Broadway nunca más se ha representado. Ironías que tiene la vida.

En algunos momentos esta ópera recuerda a “Porgy and Bess” de Gershwin, el verismo de Puccini e incluso la música wagneriana.

Las obras de Weill en general poseen un lenguaje original que fusiona la fuerza expresiva con una construcción rigurosa. En «Street Scene» -ambientada en un suburbio neoyorquino de la postguerra en el que se refleja la vida de un grupo de personas de diferentes etnias y un bajo nivel social en el que surgen historias de amor y desamor, de penurias mezcladas con sueños, ilusiones, amistad, compasión…- acción, música y escena se complementan de forma magistral y original, a pesar de que Weill dijese que en sus obras no buscaba la originalidad sino mostrar la auténtica realidad.

Aunque difícil, por el enorme plantel de personajes que aparecen en escena, trataré de hacer un pequeño resumen del argumento de esta ópera de la qué alguien dijo que era una «Porgi and Best» para blancos:

Escena callejera protagonizada por los habitantes de un edificio pobre de Manhatan, en el que viven familias de distintas etnias, junto a la escalera de vecinos.

ACTO I

Los ocupantes del edificio, desmadejados a causa de la alta temperatura reinante, comentan el insoportable calor, los molestos mosquitos, el inminente parto de la mujer de un vecino judío, que no para de soltar arengas anticapitalistas, y los cotilleos del barrio entre los que destaca que Anna Murray, madre de Rose -una buena, hacendosa y decente muchacha- y esposa de Frank -borracho, puritano, machista e insensible a cualquier muestra de afecto -, se entiende con el lechero. Cuando el comadreo está en plena efervescencia entra en escena Anna y las mujeres dejan de criticar.

De los muchos personajes que van apareciendo en escena y que resultaría arduo describir, destacan, además de los mencionados Anna y Frak Maurrante, su hija Rose, joven trabajadora que se ve asediada por los rumores del adulterio de su madre y las atenciones, continuamente rechazadas, de seductores de la peor estofa; excepto Sam, estudiante de derecho, que la quiere de verdad.

ACTO  II

Los niños imitan en sus juegos a los personajes de la sociedad neoyorquina. Los vecinos celebran el parto de la mujer del judío Buchanan. Los alguaciles desahucian a una familia por impago. El marido de Anna, Frank Maurrante, dice que tiene que ir a la ciudad y su hija Rose también se ausenta a causa de un funeral. Aprovechando que está sola en casa, Anna invita a subir al repartidor de leche. Llega el marido por sorpresa y se escuchan dos disparos. Frank huye entre el tumulto organizado por los vecinos.

Después de la tragedia, la vida sigue. Dos nodrizas con sendos carritos curiosean por el barrio. Cuando Rose regresa, después de la muerte de su madre en un hospital, Sam le muestra su apoyo y su amor, proponiéndole una vez más escapar los dos juntos de aquel desagradable ambiente. Pero Rose se niega pues no quiere ser una carga que le obligue a dejar los estudios. Al fin la policía encuentra al asesino de los amantes y lo detiene. Antes de que se lo lleven, Frank explica a su hija que él quería a su madre. Todo vuelve a la normalidad. Llegan nuevos inquilinos a ocupar el piso del desahucio y los vecinos comentan el calor asfixiante, los molestos mosquitos y los cotilleos del barrio.

Buena actuación de la orquesta y coro; formidable la de Patricia Racette (soprano estadounidense dramática), como Anna Maurrante y más que aceptable la de Mary Bevan (soprano lírica inglesa), en el rol de su hija Rose. Impecable el barítono madrileño Gerardo Bullón -como Frank Maurrante- en su agresivo papel de marido de Anna. Aceptable el tenor portorriqueño nacido en Madrid, Joel Prieto, en su papel de Sam Kaplam. Y otras muy buenas actuaciones, resultando magnífica la del coro de pequeños y jóvenes cantantes de la Comunidad de Madrid.

Está claro que de una forma sutil -más bien sin tapujos, diría yo- Joan Matabosch va introduciendo en el Real una serie de obras que se saltan a la torera las normas de la ópera tradicional. ¿Está logrando lo qué pretende…? Parece que sí. Al menos con los dos últimos títulos.

De Kurt Weill había visto en el Real «Ascenso y caída de la ciudad de Mahagony» -con su colaborador Bertolt Brecht como libretista- que también trataba de un ambiente marginado con personas procedente de distintas culturas, (tan evidente en el momento actual). En aquella ocasión muchos espectadores abandonaron la sala en el descanso. No sé si lo harían por el alarde de sexo multitudinario puesto en escena -colchones incluidos- o por otras razones. Lo que sí quiero evidenciar es que no es necesario echar mano del sexo puro y duro para que una obra tenga un éxito memorable. Lo pudimos comprobar con las dos últimas óperas programadas por el Teatro Real.

6 comentarios en “Una buena ópera: Street Scene

  1. Me ha parecido una historia buenísima, según la cuentas, un pequeño paseo por el mundo cotidiano que es todo un universo humano. Yo nunca he ido a la ópera, he oído alguna, no completa por radio3 y he visto también alguna en cine: Turandot, la flauta mágica, Madama Butterfly…las populares y disfruté bastante, pero tú me has despertado mucho la curiosidad. Muchas gracias y abrazos

    Me gusta

  2. Algún día os contaré cómo surgió mi afición a la ópera.-si no la he contado ya-, pero puedo asegurarte que cuando comencé a frecuentar el Teatro de la Zarzuela (único lugar de Madrid en el qué se representaban óperas en aquel momento), todo mi contacto con este género musical había sido ver «La Traviata» en el cine de mi pueblo y la película «El Gran Caruso». No puedo negarte que ha habido óperas a las que soporté y una sola -«Don Carlo»- en la qué me quedé dormida. Me despertó el pistoletazo de fogueo.Es una buena ópera. Pero cinco horas seguidas escuchando a tanto bajo profundo era demasiado para una principiante.
    Gracias a ti por leerme e infundirme ánimos. En realidad este blog había sido creado para escribir mis despistes y ya ves que ha terminado en cajón de sastre. Y corto el rollo.
    Un abrazo muy grande para ti y otro para Pablo con el que tengo muchísimas cosas afines, a pesar de la ópera.

    Me gusta

  3. Querida Mari Carmen; como bien sabes a mí me ocurre lo mismo que a noteclaves, nunca he asistido a una ópera, pero es un placer leer tus relatos hablando de las mismas. Ya sé que eres muy buena escribiendo pero, se nota que las óperas tal como las cuentas,las vives de verdad, y los que te seguimos, disfrutamos leyendo tu narración e imaginando a todos esos personajes que tan perfectamente describes.
    Estoy esperando con impaciencia conocer el motivo de como surgió esa afición a la misma. Ya dirás.
    Besiños palmeiráns, guapa.

    Me gusta

  4. Gracias por tus cariñosos comentarios, Magdalena. Envidio tu capacidad organizativa que, asociada a tu gran inteligencia, dan lugar a las magníficas colaboraciones en blogs de alto nivel (de los que no forma parte el mío de andar por casa). El día que te decidas a publicar tus cuentos…
    «Ande andarán» los trababajos que escribí antes de manejar el ordenador, ¿»chi lo sa?». Intentaré rehacer alguno.
    Biquiños mesturados.

    Me gusta

  5. Magnífica reseña bien salpicada de comentarios que me parecen muy oportunos. No soy muy de ópera, aunque he podido disfrutar varias. Pero hay que reconocer la grandeza de este arte y los resultados de los esfuerzos de directores e intérpretes para buscar nuevas dimensiones de expresión en montajes tan espectaculares como el que nos presentas, Carmen. Estupendo todo. Un abrazo.
    Salud.

    Me gusta

  6. Gracias, Julio. Tu comentario me eleva la moral. Soy ante todo amante de la buena música. No concibo la vida sin ella -algo así como la poesía para ti, supongo-, pero no precisamente sin la ópera. Lo de la ópera surgió por accidente y poco a poco me fui aficionando. El amor a la música traté de inculcárselo a mis hijos y nietos. Mañana precisamente tengo un concierto en el que toca uno de mis nietos.
    Te doy de nuevo las gracias por tu estimulante comentario.
    Un abrazo.

    Me gusta

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.