Tendría yo alrededor de ocho años. Por aquel entonces llegó al pueblo el nuevo farmacéutico. Su única hija, Paquitina, cumplía nueve años a poco de llegar. Para celebrar el acontecimiento, la mamá de Paquitina invitó a merendar a sus nuevas amiguitas, entre las que me encontraba.
Cuando llegué a casa del farmacéutico, las niñas invitadas comenzaban a sentarse en torno a una gran mesa repleta de platos y cestitos con diversos manjares, y vasos de limonada. Algunos de los platos contenían unas frutitas verdes que yo no había visto en mi vida. De vez en cuando, la mamá de Paquitina pasaba ante la concurrencia infantil uno de aquellos platos al tiempo que decía: «Coged aceitunas, que son alimenticias y nutritivas y están muy ricas».
Yo alcancé una de aquellas bolitas verdes y al morderla noté un horrible sabor tan amargo y salado que me hizo sentir ganas de vomitar. Con todo, aguanté estoicamente las arcadas «no fuese a creerse aquella señora que yo no era una niña distinguida por no haber probado en su vida las dichosas aceitunas».
Repetidas veces la señora de la casa pasó el plato por delante de mis narices y yo, incapaz de rechazarlas, seguía cogiendo aceitunas saliendo del paso como Dios me dio a entender: haciendo una especie de bolo que iba tragando a pequeñas dosis con hueso incluido.
Esto ocurrió la primera vez que mis papilas gustativas entraron en contacto con las aceitunas. Hoy las considero el aperitivo más delicioso. Cuándo y cómo se operó el cambio no logro recordarlo.
Por desgracia hace lustros que me las prohibió mi médico de cabecera a causa de la tensión arterial. Pero una es débil y —más de una vez— claudica.
¡Qué curioso! Por mi experiencia sé que los pepinillos, las aceitunas y el jamón (sobre todo el de pata negra) vuelven locos a los chavales. Y algunos devoran las cáscaras de limón. Esto último me cuesta un poquito más entenderlo. ¡Una chulada de cuento!
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Todos mis hijos comen o han comido limón, ja, ja. Mordisco, cara del Fari, mordisco, cara del Fari, y así hasta terminar. E muy divertido 🙂
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Debe de ser porque probaste las rellenas de anchoa, y ya no tienes que tragarte el hueso, ja, ja. Muy bonito 🙂 Ya sabes lo que dicen, una vez al año…
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A los pueblos de Galicia debió de llegar bastante tarde la moda de las aceitunas como aperitivo. El farmacéutico, desde luego, no era gallego.
Gracias por tenerme en cuenta. Un abrazo.
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A mí, tampoco me gustaban y ahora las encuentro buenísimas, pero prefiero las “vertebradas” que las rellenas de anchoa.
Un besazo y adelante prima.
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Es la primera vez que escucho -o que leo- ese apelativo referido a las aceitunas. No se me hubiese ocurrido. Un abrazote.
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La primera vez de todos los sabores que vivimos o escribimos (lo que es lo mismo) en esta ilusión que nos transporta 😊
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Es difícil que se repita: la primera vez es única y siempre queda grabada. No sé si le ocurre a todo el mundo. A mí, sí. Y veo que a ti también.
Aunque un poco tarde, gracias por tu precioso comentario.
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