Es viejo. Muy viejo. El autobús abarrotado. Trata de cederle el asiento a una joven. Ella rehúsa el ofrecimiento. Él insiste. Intenta levantarse y pierde el equilibrio quedando de nuevo sentado. Algunos viajeros se sonríen por lo ridículo de la situación.
La joven, incómoda, avanza como puede por el pasillo tratando de escabullir el bulto entre los pasajeros.
Y es que antes sucedía así: a la galantería hasta se le permitía caer en el ridículo.
(Todavía quedan caballeros a la vieja usanza.)
Me encanta este “microrrelato”: tanta ternura en tan pocos renglones…
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“Todavía quedan caballeros a la vieja usanza”
Pocos son, pero da gusto encontrarse con ellos.
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Llevaba algún tiempo sin frecuentar mi blog y me ha hecho mucha ilusión. encontrarme con tu comentario. Ello me anima a continuar con las historias del autobús: por ser mi medio habitual de locomoción, tengo muchas.
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