Querido Plácido:
Acabo de leer tu libro casi de un tirón. Engancha. Comencé a leerlo traduciéndolo sobre la marcha al castellano, pero a los pocos renglones estaba metida de lleno en el idioma en que está escrito. Y, aunque algunas “verbas” no me resultaban familiares, por el sentido de la frase ha sido muy fácil conocer el significado. Además, al leerlo en gallego, me pongo al día con los cambios operados por nuestro idioma. Sobre todo, la ortografía: fue tan brusco (al menos para mí) el cambio que es difícil digerirlo sin tener a mano una buena Gramática y un buen diccionario actualizados. En cuanto llegue a Madrid echaré mano de ellos y prometo que el comentario a tu próximo libro que lea, será en gallego.
Aunque el tema de tu novela pueda parecer tópico, es un tema tan candente y lo escribes con tal maestría, conocimiento y –sobre todo– valentía, que resulta una enérgica denuncia de lo que está ocurriendo, más cerca de lo que creemos y no queremos verlo, muchas veces por no meternos en “fonduras”. Lo malo es que las autoridades responsables hacen lo mismo –como muy bien expresas–.
Al llegar a Madrid volveré a leer tu libro, pero esta vez en castellano. Ojalá que lo lea mucha gente y sirva de ayuda a muchas mujeres y para abrirnos los ojos a otros. Porque tu libro es, ante todo UN CANTO A LA VIDA.
“Unha forte aperta” (sin apretar demasiado) a Maruja –tu madre–, asesora de lujo. Estoy segura de que con su sabia experiencia y conocimiento de nuestro idioma, algo habrá aportado a tu libro.